¡Mis seguidoras!

lunes, 2 de abril de 2012

Jueves, 17 de septiembre

Ya empezamos a dar clases normales en el instituto. Tengo muchos profesores nuevos y por ahora les caigo bien. Y Mateo... siempre está hablando con sus amigos, cuchicheando, no sé de qué. En los recreos voy a hablar con Carla, es muy simpática, pero sus amigas no. Son unas repelentes, cuando Carla no está, vienen y se meten conmigo. Me dicen que soy vulgar y que no entienden como le caigo bien a Carla. En serio, me ponen de los nervios. Cuando me toca estar con ellas, desvío la vista hacia donde está Mateo con sus amigos. Siempre están o haciendo el tonto o fanfarroneando. Mateo parece el líder. Me encanta.
Hoy en clase, el profesor de Matemáticas nos puso por parejas y a mí me tocó con él. Casi me da un ataque cuando me preguntó por un problema que teníamos que hacer y no entendía. Noté como sus ojos se clavaban en los míos y apartaba el flequillo de ellos con un movimiento de cabeza. Fue increíble. Cuando el profesor se paseó por los pupitres para ver como íbamos, se paró a nuestro lado. Miró los dos cuadernos y los cogió. Mateo y yo nos miramos extrañados. ¿Por qué había hecho eso? Fue hasta su mesa, se sentó, y empezó a mirar nuestros cuadernos mientras poco a poco se le iba formando una sonrisa triunfal en la cara. Fue corriendo hasta nuestros pupitres, nos devolvió nuestros cuadernos y nos dijo que hablaría con nosotros al acabar la clase. Yo no entendía nada. ¿Por qué diría eso? ¿Habíamos hecho algo malo?
Al acabar la clase fuimos hasta su mesa y le preguntamos qué era lo que quería decirnos.
-¡Chicos, ese problema no lo consiguió resolver nadie excepto vosotros! ¡Era un truco para ver vuestro nivel! ¡Ese problema es de cuarto, no de segundo!- nos explicó radiante el profesor-. Y viendo vuestro potencial, ¿os gustaría formar parte del equipo de Matemáticas del instituto? ¡Os necesitamos para ganar el próximo concurso! ¿Que me decís?
Vi el rostro de Mateo con cara de no saber que hacer. Yo, la verdad, estaba igual.
-¿Os lo pensaréis y me lo diréis mañana en la hora del recreo?- intervino de nuevo el profesor.
-Sí, yo me lo tengo que pensar- dijo Mateo.
-Y yo- dije.
-Bien, pues hasta mañana- dijo el profesor.
Mateo y yo salimos del aula un tanto confundidos.
-¡Ese era el problema que yo no entendía y tú me explicaste!- me dijo Mateo-. El mérito es tuyo y no mío, pero es la primera vez que hago algo bien en Matemáticas.
-No te preocupes, yo tampoco tengo todo muy claro- respondí yo.
-Oye, ¿me ayudarías con las Matemáticas? ¡Necesito de verdad aprobar este curso, sino mi madre me mata!- me dijo él.
-Vale, te ayudaré- respondí yo haciéndome la que se hace de rogar-. Pero no sé como haremos con lo del equipo.
-Ni yo- me dijo él-. Si yo fuera se darían cuenta de que me ayudaste.
-Es verdad. ¿Y si les decimos que tenemos que estudiar mucho?- propuse.
-Vale, espero que cuele- dijo Mateo.
Los dos nos marchamos, cada uno por su lado y al llegar abajo me reuní con Carla. Le conté lo ocurrido y ella escuchaba interesada, hasta que al acabar dijo:
-Yo que tú no iría a ese equipo, es un rollo, me lo dijeron unas amigas que tienen unas primas allá. No te lo recomiendo.
-Pero si a las primas de tus amigas no les gusta, ¿por qué van?- pregunté yo.
-Eeehhh... No sé, son tontas- me dijo ella de forma insegura-. Vamos.
Y allí marchamos las dos. ¿Por qué me diría eso? ¿No quería que yo fuera por mi bien? ¿O sería por Mateo?

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